jueves, 23 de julio de 2015

Little Secrets- Número 3

Número tres.

Cameron caminaba con las manos en los bolsillos. Suspiró.
Jane estaba junto a él. Muriendo de nervios.
Llevaba dieciséis años sin meterse en ningún problema-a propósito- o arriesgar demasiado su secreto.
¿Por qué lo hacía ahora?
Cameron la vio.
-         Tranquila, no soy un violador.
Jane no pudo evitar soltar una carcajada.
-         Pero podrías ser un secuestrador- dijo ella lentamente
-         Claro, me has descubierto- bromeó Cameron.
-         Tendré que llamar a la policía
-         No hay otro remedio.
Entonces, Cameron se detuvo.
-         Es por aquí.
Se acercó a un pequeño jardín.
Había varias estatuas.
-         ¿Éste es tu lugar secreto?- susurró ella
-         Sí, es aquí- dijo Cameron- Solía venir aquí con…
Entonces, se detuvo, su rostro lleno de dolor.
-         ¿Con?
-         Mi hermana- susurró- Amaba éstas estatuas. Hasta que murió misteriosamente en el internado.
-         ¿Murió aquí?
-         Sí. Encontraron su cuerpo. Es lo único fuera de lo normal que ha sucedido en el Internado Lincoln.
-         Lo siento mucho- susurró Jane
-         No tienes por qué. Ésta en un lugar mejor.
Entonces, Jane no supo decir por qué, pero entrelazó su mano con la de Cameron.
-         Puedes contar conmigo- susurró ella
Cameron la miró con una gran profundidad y se acercó lentamente a ella.
¿Iba a besarla?
La pregunta era.
¿Quería ella besarlo?
Claro que quería.
Estaba a punto de hacerlo.
Pero no podía. No terminaría bien.
-         No- dijo en voz alta.
Cameron se alejó rápidamente.
-         Yo lo siento… creí que tu querías…
-         Si quiero, pero no… puedo- Jane estaba siendo un poco atrevida, al menos eso creía ella.
-         ¿No puedes? ¿Tienes novio o algo así?
-         No es tan sencillo como eso.
-         ¿Me dirás?
-         Aún no- las palabras salieron sin que Jane lo quisiera, casi se cubre la boca después de decirlas.
-         De acuerdo, te esperaré- Cameron le tomó las manos.
¿Por qué su corazón latía tan rápido? Llevaba muy poco conociéndolo, no podía sentir nada por él. No tenía lógica.
A menos que…
No, eso era imposible.
No, no podía pensar así.
-         Tengo que irme- dijo Jane lentamente- Nos vemos luego.
Y, sin quererlo, le dio un abrazo.
Se metió a su cuarto lentamente.
Suspiró.
¿Había dicho “Aún no”? ¿Eso significaba que le diría en algún momento?
¿Qué le estaba sucediendo?
No podía estar pasando.
Nunca.
No podía enamorarse.
Después de estudiar un rato, se durmió.

Cuando despertó, eran las tres de la mañana.
¿Dónde estaba ahora?
En uno de los pasillos.
Por la noche, el internado parecía uno de aquellos castillos que veía Jane cuando era pequeña en Scooby-Doo mientras su padre y ella comían palomitas y reían a carcajadas.
Se levantó.
Su aliento apestaba, y tenía el cabello hecho un desastre.
Escuchó pasos.
Rayos.
No podían verla tan desarreglada.
Vamos, eres patética… ¿Cómo es que te preocupas de cosas tan mundanas cuando tienes problemas peores? En serio, Jane, te odio dijo ella, era una de sus costumbres, hablar con ella misma.
-         ¿Jane?- no reconoció la voz, pero supo que la había escuchado antes.
-         ¿Sí? ¿Quién eres?
-         Soy yo, Dylan, Dylan Brown- susurró él.
Ah. Dylan, el amigo de Mack, el de ojos azules y buenas calificaciones.
-         ¿Qué haces aquí?
-         Yo… busco… la recámara de mi padre- mintió ella con rapidez.
-         Las habitaciones de los maestros están del otro lado, a la izquierda de la cafetería- dijo Dylan alzando una ceja- Pero creo que es mejor que te acompañe.
-         Sí, eso creo- dijo ella.
Rayos.
¿Por qué no se le había ocurrido una mentira mejor?
Aunque si necesitaba hablar con su padre, no creía que a él le agradara una visita a las tres de la mañana.
Pero había dormido en la misma cama que su madre, así que debía de estar acostumbrado a que se despertara a las tres de las mañana.
Sin embargo, eso había sido hace casi nueve años.
-         ¿Y qué tal? ¿Has hecho amigos?
-         Sí… Me llevo muy bien con Mack y…
Por alguna razón, no quiso mantener a Cameron. Fue como si fuera algo íntimo para ella… ¿Qué rayos le sucedía?
-         Y me estoy integrando- dijo rápidamente.
-         Mack es una gran chica- dijo él mientras se encogía de hombros- Me agrada.
-         ¿Sí? Parece que son buenos amigos…
-         Es espléndida… A veces siento que no encajo, ¿sabes? No es tan  bueno ser un cerebrito, me siento sólo y odio que me traten como si fuera Einstein. Pero con Mack es diferente, me trata como si fuera alguien normal y me siento muy cómodo con ella.
-         Hablas de ella como si fuera… ya sabes… como si sintieras algo por ella- susurró Jane, nerviosa
-         Creo que así es- Entonces, fue como si Dylan hubiera salido de un trance, puso cara de confusión, como si acabara de despertar- No sé por qué lo dije, no se lo digas a nadie.
-         Claro que no- murmuró ella lentamente.
¿Qué había sido eso? ¿Por qué había ocurrido? ¿Acaso él no se lo había contado a voluntad? ¿Cameron y Mack tampoco lo habían hecho?
Dylan se detuvo.
-         Es aquí.
-         Gracias- se despidieron.
Jane tocó la puerta después de que se fuera Dylan, y su padre abrió muy rápido. Ni siquiera parecía cansado, era como si… ¿hubiera estado despierto?
-         ¡Jane! ¿Qué sucede? ¿Algo malo?
-         De hecho… sí- susurró ella.
-         Pasa- parecía nervioso.
Jane pasó, el cuarto de su padre estaba muy ordenado.
-         ¿Qué pasó?
-         Pues… Hoy después de clases alguien me arrojó una botella, y tenía un recado escrito con tinta roja.
-         ¿Y qué decía?
-         “Yo sé tú patético secretito”- susurró Jane
-         ¿Y por qué no me lo dijiste justo en ese momento?- dijo su padre, visiblemente alarmado.
-         Después de eso estuve con… estudiando y hasta ahora que desperté lo recordé.
-         Estás mintiendo, te conozco… ¿Con quién estabas?
-         Con nadie, conmigo misma, estudiando…
-         Jane Elizabeth White… ¡Dímelo ahora mismo!
Odiaba que la llamaran Elizabeth, a pesar de que fuera el nombre de su madre, sentía que no le pertenecía y le recordaba a ella.
-         Con un chico- murmuró ella
-         ¿Con qué chico?- parecía más alarmado por eso que por la nota
-         Cameron
-         ¿Y por qué fuiste con él?
-         No lo sé… No puedo explicarlo… Siento como si él fuera un imán, con él no puedo fingir…
-         ¿Le dijiste lo que eres?- hablaba entre dientes, le apretó el hombro.
-         ¡No! Pero… ¿Por qué siento eso?
-         Puede ser que él sea tu alma gemela.
-         Imposible- susurró Jane- Él no es como yo… él no es un monstruo.
-         No eres un monstruo, Jane, miles de personas buscan lo que tienes, y es hermoso.
-         No le veo lo hermoso a ocultarse… pero si tú lo dices.
-         Lo es, ya lo verás. Ahora, vete, y ten cuidado con lo que haces, al parecer alguien ya sabe el secreto.
Su padre la abrazó con fuerza, y Jane creyó ver que lloraba, pero sólo fue un instante.
Jane salió rápidamente del cuarto.
Cuando entró al suyo, creyó ver a alguien llorar.
-         ¿Mack?
-         ¡Jane! Yo… ¿a dónde fuiste?
-         Con mi padre… hay algo que olvidé decirle y me desperté a mitad de la noche por la preocupación… ¿Está todo bien?
-         De hecho, no- ¿Estaba diciendo Mack por su propia voluntad?
-         ¿Qué sucede?
-         Es que… creo que me gusta alguien- susurró ella lentamente
-         ¿Y qué tiene eso de malo?
-         ¡Nunca se fijaría en mí! Él es inteligente, guapo y es encantador… en cambio yo soy la parlanchina Híper- Mack.
-         Vamos, no hables así de ti, eres increíble, y tienes una belleza inigualable, seguro le gustas… ¿Quién es?
-         Dylan Brown… creo que lo conoces.
-         ¡Oh! ¡Es obvio que le gustas!- Jane intentó disimular su alegría.
-         ¿Eso crees?
-         ¡Yo creo que se encuentra loco por ti!- dijo Jane rápidamente- Te mira tan… enamorado.
-         ¡Ojalá sea así! Pero… es raro… no puedo explicar lo que siento hacia él.
-         Es como si fuera tu alma gemela.
-         Mmm… ¿Qué es eso exactamente?
Jane sonrió.
-         En mi familia creemos en una vieja leyenda:
>> La leyenda dice, que cuarenta días antes de nacer, a cada niño se le elige una pareja en el cielo- Mack se sentía rara, le estaba relatando a Mack una historia real como si fuera un cuento de niños pequeños.
>> A partir de ese día, no hay nada que impida su encuentro, ni nada que haga vulnerable su amor infinito. De acuerdo con la leyenda, hay una muy buena razón para que Dios escoja esa pareja para ese niño.
>> Todos tienen su alma gemela, y algunos tardan mucho en encontrarla, pero Dios sabe el momento exacto en el que vas a conocerlo, y tendrás que aprender a ver con el corazón. Tu alma gemela te espere, y cuando llegué el momento, con sólo verlo a los ojos, verás en él o ella su alma y sabrás con certeza que esa persona vino al mundo por ti y para ti, y serán un solo él/ella como siempre lo fueron.
-         ¡Qué hermoso!- dijo Mack
-         Sí, es una leyenda muy bonita, y una muy buena metáfora de que en el amor, uno complementa al otro perfectamente.
-         ¡Es una historia increíble, Mack! ¡Ojalá fuera cierta!
-         Ojalá- murmuró Jane
-         ¡Eso me recuerda a una frase de John Green! ¿Has leído a John Green?
-         Un poco- susurró Jane 
-         Pues la frase va así: Todo mundo debería tener un amor verdadero y debería durar como mínimo toda la vida.
-         Es muy bonita.
-         Lo sé, buenas noches, Jane.
-         Buenas noches,  Mack.
Pero Jane no durmió. Se quedó pensando en Cameron.
¿Y si era realmente su alma gemela?

Terminó durmiéndose, pensando en los ojos de Cameron y en su profunda voz. 

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