sábado, 12 de septiembre de 2015

Little Secrets: Número cuatro



Número cuatro
No cierres los ojos se decía Jane a sí misma.
No los cie….
Carajo, que no los cierres.
Era la primera clase de la mañana, Jane intentaba prestar atención a la clase de biología, pero no era nada fácil.
Bostezó.
-         Señorita White- dijo la gruesa voz del profesor Lancaster- ¿Podría repetirme lo que dije?
Jane se paralizó. No había prestado atención.
Podría usar sus habilidades…
No. Su padre le había dicho que estaba prohibido.
-         Mmm… ¿Algo sobre biología?- susurró ella
-         ¡Vaya, Señorita White! ¡Es usted un genio! ¡Creí que en clase de biología hablábamos de ensayos y poemas!
Jane bajó la cabeza mientras se oían las carcajadas de sus compañeros.
No la iban a avergonzar así.
¿Quién decía que estaba prohibido?
Leyó los pensamientos del profesor.
Algas.
-         Era una broma- susurró ella- Usted, Sr. Lancaster, se encontraba hablando de la evolución de las algas marinas a través del tiempo y su utilidad. Apenas nos estaba diciendo el tema.
Jane sonrió.
El profesor frunció el ceño.
Le sonrió forzadamente.
Luego, el profesor, en un gesto casi indescriptible, le guiño el ojo mientras negaba.
Oh.
¿Acaso sabía lo que Jane acababa de hacer?
Se sonrojó mientras el profesor seguía dando clases.
Tal vez debería pedir perdón.
¿Perdón por qué?
El profesor no tenía ni la menor idea de lo que acababa de suceder.
Era imposible.
Su imaginación le estaba jugando una trampa.
Cuando tocó el timbre, el profesor dijo:
-         Señorita White… ¿Le importaría quedarse un momento?
-         Claro- murmuró ella.
Mierda.
Todos salieron, y Jane se quedó plantada en su lugar.
-         ¿Qué sucede?
-         Debe tener cuidado, Srta. White- murmuró el profesor.
-         No sé de qué habla- mintió ella.
-         Sabes de que hablo- la miró fijamente.
Ella miró a otro lado.
Entonces, el profesor la tomó por las muñecas.
Jane ahogó un grito.
-         Debes tener cuidado, Jane.
-         No me toque- gritó mientras él la soltaba- Sé cuidarme sola.
Salió del salón temblando.
¿Qué rayos había sido eso?

Después de comer, Jane estaba asustada.
Vio a su padre.
Reunió el valor para decirle.
Entonces, se quedó boquiabierta.
Estaba hablando y riendo con el profesor Lancaster.
¿Acaso eran amigos?
El profesor volteó a verla y le guiñó un ojo.
Jane se quedó de piedra.
Buscó un lugar dónde estar sola y pensar.
Llegó a la fuente donde conoció a Cameron. Se sorprendió a ella misma esperando que Cameron estuviera ahí.
Entonces, escuchó un llanto.
Se acercó lentamente.
Era Anna. Tenía la cabeza entre las rodillas
-         ¿Anna?- preguntó Jane- ¿Estás bien?
Anna asintió.
-         ¿Quieres contarme?
-         No- dijo Anna mientras subía la cara.
Cuando sus ojos se cruzaron con los de Jane, una extraña chispa se reflejó en sus profundos ojos azules.
-         Pensándolo bien, sí.  
-         ¿Qué sucede?- susurró Jane mientras tomaba la mano de Anna.
-         Pues- Anna se soltó a llorar- Hace unos años, yo comía mucho. Mucho, sobre todo cuando estaba nerviosa. Y como era de saber, engordé. Y no me sentía a gusto con mi cuerpo.
Jane asintió.
-         Recurrí a métodos que me avergüenzan. Me volví bulímica, y lo fui por casi dos años, hasta que mis padres lo averiguaron, me mandaron con un terapeuta y un nutriólogo. Ya no lo hago.
-         No tienes por qué hacerlo, Anna- dijo Jane lentamente.
-         Alguien le dijo eso a la chica que más odio, y ella se está encargando de divulgarlo.
Jane suspiró.
-         Escucha, Anna. Todos tenemos errores, todos hemos hecho algo de lo que nos avergonzamos. Pero ya pasó, Anna. Y si lo saben… ¿qué más da? Ellos no pasaron por eso, y no lo comprenderán, pero tú sí, y no tienes que preocuparte por la opinión de personas como ellos. Al fin y al cabo el pasado ya pasó… ¿No es así?
Anna sonrió.
-         Gracias, Jane.
Se abrazaron.

En la noche, Jane estaba nerviosa.
¿Debía de contarle a su padre lo del profesor Lancaster?
Tenía que hacerlo antes de que lo hiciera él.
Mientras pensaba en lo que diría, se quedó dormida.

Anna caminaba por los pasillos de la escuela, se dirigía hacia la habitación de Charles.
Había sido un día extraño, necesitaba hablar con él. Él siempre la hacía sentir mejor.
Entonces, escuchó voces.
Una era de Dylan.
Pero la otra era ronca, y extraña.
-         Ya te lo dije, es peligrosa- dijo la voz.
-         No lo es- gritó Dylan- ¡No veo nada de peligrosa en ella!
-         Oh… ¿no? Entonces, supongo que tendré que matar a Jane con mis propias manos.
Anna se acercó al lugar de dónde salían las voces.
Por desgracia, chocó con un casillero, haciendo mucho ruido.
Una persona que reconoció la vio perpleja.
Anna se quedó boquiabierta.
No era posible.
Todo pasó en un segundo.
Una especie de líquido color negro salió disparada hacia ella.
Anna cayó de espaldas al suelo.
Y después, todo fue negro.

Jane despertó a la mitad del pasillo. No había nadie alrededor que pudiera haberla visto caminar como un maldito zombie. Odiaba no poder controlarse mientras dormía.
Viendo bien, si había alguien.
Era Anna. Pero era… extraño.
Al principio creyó que estaba de pie viéndola fijamente. Pero no. Estaba… flotando y con los ojos totalmente negros.
Se acercó más. Sin duda tenía que ver con ella. Seguramente ella le había hecho eso a Anna inconscientemente. No sería la primera vez que hería alguien.
Le tomó la mano. Estaba helada. Si no hacía algo moriría. Al menos tendría que detenerlo hasta pensar cómo sacar lo que sea que se le había metido. Nunca había herido a alguien a ese grado, lo máximo que había hecho eran un par de raspones. No sabía que fuera tan poderosa.
Suspiró.
Podía protegerla.
Apretó su mano y dejo que fluyera lo que acababa de hacer. Si no encontraba una solución era posible que se quedara dormida por un buen rato, pero al menos ya no moriría.
Dejó de flotar y cayó.
Sus ojos ya no estaban negros, pero eso no significaba que su corazón siguiera embrujado.
Fue a llamar a su padre, quién la ayudó a llevar a Anna a la enfermería. No le dijo que la había encontrado flotando. Le diría después.
Por ahora, necesitaba pensar qué diablos haría.

De acuerdo, no había otra solución. Había concebido una desde el principio pero era demasiado riesgosa. Al no poder pensar en otra, decidió ir por esa.
Necesitaba ayuda de alguien.
No sería su padre, pues se negaría.
Tampoco Mack, la quería mucho, pero no le tenía tal grado de confianza.
Entonces… ¿Quién?
Oh no.

-         ¿Puedes curar a Anna?- preguntó Cameron confundido.
-         Es… complicado. Prometo contarte después- susurró- Pero por ahora, necesito tu ayuda.
-         ¿Para qué?- dijo él.
-         Tienes que distraer a las enfermeras, mantenlas fuera.
-         De acuerdo- dijo él confundido.
-         Y una última cosa: No puedes decirle a nadie lo que veas ahí adentro.
Cameron titubeó pero aceptó.
Jane suspiró.
Estaba a punto de poner en riesgo lo que había cuidado por mucho tiempo.