Número cuatro
No cierres los ojos se decía Jane a sí misma.
No los cie….
Carajo, que no los cierres.
Era la primera clase de la
mañana, Jane intentaba prestar atención a la clase de biología, pero no era
nada fácil.
Bostezó.
-
Señorita White-
dijo la gruesa voz del profesor Lancaster- ¿Podría repetirme lo que dije?
Jane se paralizó. No había
prestado atención.
Podría usar sus habilidades…
No. Su padre le había dicho
que estaba prohibido.
-
Mmm… ¿Algo sobre
biología?- susurró ella
-
¡Vaya, Señorita White!
¡Es usted un genio! ¡Creí que en clase de biología hablábamos de ensayos y
poemas!
Jane bajó la cabeza mientras
se oían las carcajadas de sus compañeros.
No la iban a avergonzar así.
¿Quién decía que estaba
prohibido?
Leyó los pensamientos del
profesor.
Algas.
-
Era una broma-
susurró ella- Usted, Sr. Lancaster, se encontraba hablando de la evolución de
las algas marinas a través del tiempo y su utilidad. Apenas nos estaba diciendo
el tema.
Jane sonrió.
El profesor frunció el ceño.
Le sonrió forzadamente.
Luego, el profesor, en un
gesto casi indescriptible, le guiño el ojo mientras negaba.
Oh.
¿Acaso sabía lo que Jane
acababa de hacer?
Se sonrojó mientras el
profesor seguía dando clases.
Tal vez debería pedir
perdón.
¿Perdón por qué?
El profesor no tenía ni la
menor idea de lo que acababa de suceder.
Era imposible.
Su imaginación le estaba
jugando una trampa.
Cuando tocó el timbre, el
profesor dijo:
-
Señorita White…
¿Le importaría quedarse un momento?
-
Claro- murmuró
ella.
Mierda.
Todos salieron, y Jane se
quedó plantada en su lugar.
-
¿Qué sucede?
-
Debe tener
cuidado, Srta. White- murmuró el profesor.
-
No sé de qué
habla- mintió ella.
-
Sabes de que
hablo- la miró fijamente.
Ella miró a otro lado.
Entonces, el profesor la
tomó por las muñecas.
Jane ahogó un grito.
-
Debes tener
cuidado, Jane.
-
No me toque-
gritó mientras él la soltaba- Sé cuidarme sola.
Salió del salón temblando.
¿Qué rayos había sido eso?
Después de comer, Jane
estaba asustada.
Vio a su padre.
Reunió el valor para decirle.
Entonces, se quedó
boquiabierta.
Estaba hablando y riendo con
el profesor Lancaster.
¿Acaso eran amigos?
El profesor volteó a verla y
le guiñó un ojo.
Jane se quedó de piedra.
Buscó un lugar dónde estar
sola y pensar.
Llegó a la fuente donde conoció
a Cameron. Se sorprendió a ella misma esperando que Cameron estuviera ahí.
Entonces, escuchó un llanto.
Se acercó lentamente.
Era Anna. Tenía la cabeza
entre las rodillas
-
¿Anna?- preguntó
Jane- ¿Estás bien?
Anna asintió.
-
¿Quieres
contarme?
-
No- dijo Anna
mientras subía la cara.
Cuando sus ojos se cruzaron
con los de Jane, una extraña chispa se reflejó en sus profundos ojos azules.
-
Pensándolo bien,
sí.
-
¿Qué sucede?-
susurró Jane mientras tomaba la mano de Anna.
-
Pues- Anna se
soltó a llorar- Hace unos años, yo comía mucho. Mucho, sobre todo cuando estaba
nerviosa. Y como era de saber, engordé. Y no me sentía a gusto con mi cuerpo.
Jane asintió.
-
Recurrí a
métodos que me avergüenzan. Me volví bulímica, y lo fui por casi dos años,
hasta que mis padres lo averiguaron, me mandaron con un terapeuta y un
nutriólogo. Ya no lo hago.
-
No tienes por
qué hacerlo, Anna- dijo Jane lentamente.
-
Alguien le dijo
eso a la chica que más odio, y ella se está encargando de divulgarlo.
Jane suspiró.
-
Escucha, Anna.
Todos tenemos errores, todos hemos hecho algo de lo que nos avergonzamos. Pero
ya pasó, Anna. Y si lo saben… ¿qué más da? Ellos no pasaron por eso, y no lo
comprenderán, pero tú sí, y no tienes que preocuparte por la opinión de
personas como ellos. Al fin y al cabo el pasado ya pasó… ¿No es así?
Anna sonrió.
-
Gracias, Jane.
Se abrazaron.
En la noche, Jane estaba
nerviosa.
¿Debía de contarle a su
padre lo del profesor Lancaster?
Tenía que hacerlo antes de
que lo hiciera él.
Mientras pensaba en lo que
diría, se quedó dormida.
Anna caminaba por los
pasillos de la escuela, se dirigía hacia la habitación de Charles.
Había sido un día extraño,
necesitaba hablar con él. Él siempre la hacía sentir mejor.
Entonces, escuchó voces.
Una era de Dylan.
Pero la otra era ronca, y
extraña.
-
Ya te lo dije,
es peligrosa- dijo la voz.
-
No lo es- gritó
Dylan- ¡No veo nada de peligrosa en ella!
-
Oh… ¿no?
Entonces, supongo que tendré que matar a Jane con mis propias manos.
Anna se acercó al lugar de
dónde salían las voces.
Por desgracia, chocó con un
casillero, haciendo mucho ruido.
Una persona que reconoció la
vio perpleja.
Anna se quedó boquiabierta.
No era posible.
Todo pasó en un segundo.
Una especie de líquido color
negro salió disparada hacia ella.
Anna cayó de espaldas al
suelo.
Y después, todo fue negro.
Jane despertó a la mitad del
pasillo. No había nadie alrededor que pudiera haberla visto caminar como un
maldito zombie. Odiaba no poder controlarse mientras dormía.
Viendo bien, si había
alguien.
Era Anna. Pero era… extraño.
Al principio creyó que
estaba de pie viéndola fijamente. Pero no. Estaba… flotando y con los ojos
totalmente negros.
Se acercó más. Sin duda
tenía que ver con ella. Seguramente ella le había hecho eso a Anna
inconscientemente. No sería la primera vez que hería alguien.
Le tomó la mano. Estaba
helada. Si no hacía algo moriría. Al menos tendría que detenerlo hasta pensar cómo
sacar lo que sea que se le había metido. Nunca había herido a alguien a ese
grado, lo máximo que había hecho eran un par de raspones. No sabía que fuera
tan poderosa.
Suspiró.
Podía protegerla.
Apretó su mano y dejo que
fluyera lo que acababa de hacer. Si no encontraba una solución era posible que
se quedara dormida por un buen rato, pero al menos ya no moriría.
Dejó de flotar y cayó.
Sus ojos ya no estaban
negros, pero eso no significaba que su corazón siguiera embrujado.
Fue a llamar a su padre, quién
la ayudó a llevar a Anna a la enfermería. No le dijo que la había encontrado
flotando. Le diría después.
Por ahora, necesitaba pensar
qué diablos haría.
De acuerdo, no había otra
solución. Había concebido una desde el principio pero era demasiado riesgosa.
Al no poder pensar en otra, decidió ir por esa.
Necesitaba ayuda de alguien.
No sería su padre, pues se
negaría.
Tampoco Mack, la quería
mucho, pero no le tenía tal grado de confianza.
Entonces… ¿Quién?
Oh no.
-
¿Puedes curar a
Anna?- preguntó Cameron confundido.
-
Es… complicado.
Prometo contarte después- susurró- Pero por ahora, necesito tu ayuda.
-
¿Para qué?- dijo
él.
-
Tienes que
distraer a las enfermeras, mantenlas fuera.
-
De acuerdo- dijo
él confundido.
-
Y una última
cosa: No puedes decirle a nadie lo que veas ahí adentro.
Cameron titubeó pero aceptó.
Jane suspiró.
Estaba a punto de poner en
riesgo lo que había cuidado por mucho tiempo.
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